martes, 22 de octubre de 2013

HALLOWEEN: TALLER DE ESCRITURA



Lo que hoy conocemos como la Noche de Brujas o Halloween se celebraba hace más de 3000 años por los Celtas, un pueblo guerrero que habitaba zonas de Irlanda, Inglaterra, Escocia y Francia. Precisamente el 31 de octubre, los Celtas celebraban el fin de año con el Samhain, una fiesta pagana. Con la inmigración europea a los Estados Unidos, principalmente la de los irlandeses católicos en 1846, llegó la tradición de Halloween al continente americano. Cuando se habla de Halloween o Día de las Brujas se piensa en disfraces, maquillaje, fiesta, dulces y niños; pero la tradición indica que su celebración no siempre fue festiva y alegre, y que los ritos que se practicaban durante la noche tenían un carácter purificador y religioso.


miércoles, 16 de octubre de 2013

UNA SEÑORA (JOSÉ DONOSO). TALLER

UNA SEÑORA (JOSÉ DONOSO)
No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me di cuenta de su existencia. Pero si no me equivoco, fue cierta tarde de invierno en un tranvía que atravesaba un barrio popular.
Cuando me aburro de mi pieza y de mis conversaciones habituales, suelo tomar algún tranvía cuyo recorrido desconozca y pasar así por la ciudad. Esa tarde llevaba un libro por si se me antojara leer, pero no lo abrí. Estaba lloviendo esporádicamente y el tranvía avanzaba casi vacío. Me senté junto a una ventana, limpiando un boquete en el vaho del vidrio para mirar las calles.
No recuerdo el momento exacto en que ella se sentó a mi lado. Pero cuando el tranvía hizo alto en una esquina, me invadió aquella sensación tan corriente y, sin embargo, misteriosa, que cuanto veía, el momento justo y sin importancia como era, lo había vivido antes, o tal vez soñado. La escena me pareció la reproducción exacta de otra que me fuese conocida: delante de mí, un cuello rollizo vertía sus pliegues sobre una camisa deshilachada; tres o cuatro personas dispersas ocupaban los asientos del tranvía; en la esquina había una botica de barrio con su letrero luminoso, y un carabinero bostezó junto al buzón rojo, en la oscuridad que cayó en pocos minutos. Además, vi una rodilla cubierta por un impermeable verde junto a mi rodilla.
Conocía la sensación, y más que turbarme me agradaba. Así, no me molesté en indagar dentro de mi mente dónde y cómo sucediera todo esto antes. Despaché la sensación con una irónica sonrisa interior, limitándome a volver la mirada para ver lo que seguía de esa rodilla cubierta con un impermeable verde.
Era una señora. Una señora que llevaba un paraguas mojado en la mano y un sombrero funcional en la cabeza. Una de esas señoras cincuentonas, de las que hay por miles en esta ciudad: ni hermosa ni fea, ni pobre ni rica. Sus facciones regulares mostraban los restos de una belleza banal. Sus cejas se juntaban más de lo corriente sobre el arco de la nariz, lo que era el rasgo más distintivo de su rostro.
Hago esta descripción a la luz de hechos posteriores, porque fue poco lo que de la señora observé entonces. Sonó el timbre, el tranvía partió haciendo desvanecerse la escena conocida, y volví a mirar la calle por el boquete que limpiara en el vidrio. Los faroles se encendieron. Un chiquillo salió de un despacho con dos zanahorias y un pan en la mano. La hilera de casas bajas se prolongaba a lo largo de la acera: ventana, puerta, ventana, puerta, dos ventanas, mientras los zapateros, gasfíteres y verduleros cerraban sus comercios exiguos.
Iba tan distraído que no noté el momento en que mi compañera de asiento se bajó del tranvía. ¿Cómo había de notarlo si después del instante en que la miré ya no volví a pensar en ella?
No volví a pensar en ella hasta la noche siguiente.
Mi casa está situada en un barrio muy distinto a aquel por donde me llevara el tranvía la tarde anterior. Hay árboles en las aceras y las casas se ocultaban a medias detrás de rejas y matorrales. Era bastante tarde, y yo ya estaba cansado, ya que pasara gran parte de la noche charlando con amigos ante cervezas y tazas de café. Caminaba a mi casa con el cuello del abrigo muy subido. Antes de atravesar una calle divisé una figura que se me antojó familiar, alejándose bajo la oscuridad de las ramas. Me detuve observándola un instante. Sí, era la mujer que iba junto a mí en el tranvía de la tarde anterior. Cuando pasó bajo un farol reconocí inmediatamente su impermeable verde. Hay miles de impermeables verdes en esta ciudad, sin embargo no dudé de que se trataba del suyo, recordándola a pesar de haberla visto sólo unos segundos en que nada de ella me impresionó. Crucé a la otra acera. Esa noche me dormí sin pensar en la figura que se alejaba bajo los árboles por la calle solitaria.
Una mañana de sol, dos días después, vi a la señora en una calle céntrica. El movimiento de las doce estaba en su apogeo. Las mujeres se detenían en las vidrieras para discutir la posible adquisición de un vestido o de una tela. Los hombres salían de sus oficinas con documentos bajo el brazo. La reconocí de nuevo al verla pasar mezclada con todo esto, aunque no iba vestida como en las veces anteriores. Me cruzó una ligera extrañeza de por qué su identidad no se había borrado de mi mente, confundiéndola con el resto de los habitantes de la ciudad.
En adelante comencé a ver a la señora bastante seguido. La encontraba en todas partes y a toda hora. Pero a veces pasaba una semana o más sin que la viera. Me asaltó la idea melodramática de que quizás se ocupara en seguirme. Pero la deseché al constatar que ella, al contrario que yo, no me identificaba en medio de la multitud. A mí, en cambio, me gustaba percibir su identidad entre tanto rostro desconocido. Me sentaba en un parque y ella lo cruzaba llevando un bolsón con verduras. Me detenía a comprar cigarrillos, y estaba ella pagando los suyos. Iba al cine, y allí estaba la señora, dos butacas más allá. No me miraba, pero yo me entretenía observándola. Tenía la boca más bien gruesa. Usaba un anillo grande, bastante vulgar.
Poco a poco la comencé a buscar. El día no me parecía completo sin verla. Leyendo un libro, por ejemplo, me sorprendía haciendo conjeturas acerca de la señora en vez de concentrarme en lo escrito. La colocaba en situaciones imaginarias, en medio de objetos que yo desconocía. Principié a reunir datos acerca de su persona, todos carentes de importancia y significación. Le gustaba el color verde. Fumaba sólo cierta clase de cigarrillos. Ella hacía las compras para las comidas de su casa.
A veces sentía tal necesidad de verla, que abandonaba cuanto me tenía atareado para salir en su busca. Y en algunas ocasiones la encontraba. Otras no, y volvía malhumorado a encerrarme en mi cuarto, no pudiendo pensar en otra cosa durante el resto de la noche.
Una tarde salí a caminar. Antes de volver a casa, cuando oscureció, me senté en el banco de una plaza. Sólo en esta ciudad existen plazas así. Pequeña y nueva, parecía un accidente en ese barrio utilitario, ni próspero ni miserable. Los árboles eran raquíticos, como si se hubieran negado a crecer, ofendidos al ser plantados en terreno tan pobre, en un sector tan opaco y anodino. En una esquina, una fuente de soda oscura aclaraba las figuras de tres muchachos que charlaban en medio del charco de luz. Dentro de una pileta seca, que al parecer nunca se terminó de construir, había ladrillos trizados, cáscaras de fruta, papeles. Las parejas apenas conversaban en los bancos, como si la fealdad de la plaza no propiciara mayor intimidad.
Por uno de los senderos vi avanzar a la señora, del brazo de otra mujer. Hablaban con animación, caminando lentamente. Al pasar frente a mí, oí que la señora decía con tono acongojado:
-¡Imposible!
La otra mujer pasó el brazo en torno a los hombros de la señora para consolarla. Circundando la pileta inconclusa se alejaron por otro sendero.
Inquieto, me puse de pie y eché a andar con la esperanza de encontrarlas, para preguntar a la señora qué había sucedido. Pero desaparecieron por las calles en que unas cuantas personas transitaban en pos de los últimos menesteres del día.
No tuve paz la semana que siguió de este encuentro. Paseaba por la ciudad con la esperanza de que la señora se cruzara en mi camino, pero no la vi. Parecía haberse extinguido, y abandoné todos mis quehaceres, porque ya no poseía la menor facultad de concentración. Necesitaba verla pasar, nada más, para saber si el dolor de aquella tarde en la plaza continuaba. Frecuenté los sitios en que soliera divisarla, pensando detener a algunas personas que se me antojaban sus parientes o amigos para preguntarles por la señora. Pero no hubiera sabido por quién preguntar y los dejaba seguir. No la vi en toda esa semana.
Las semanas siguientes fueron peores. Llegué a pretextar una enfermedad para quedarme en cama y así olvidar esa presencia que llenaba mis ideas. Quizás al cabo de varios días sin salir la encontrara de pronto el primer día y cuando menos lo esperara. Pero no logré resistirme, y salí después de dos días en que la señora habitó mi cuarto en todo momento. Al levantarme, me sentí débil, físicamente mal. Aun así tomé tranvías, fui al cine, recorrí el mercado y asistí a una función de un circo de extramuros. La señora no apareció por parte alguna.
Pero después de algún tiempo la volví a ver. Me había inclinado para atar un cordón de mis zapatos y la vi pasar por la soleada acera de enfrente, llevando una gran sonrisa en la boca y un ramo de aromo en la mano, los primeros de la estación que comenzaba. Quise seguirla, pero se perdió en la confusión de las calles.
Su imagen se desvaneció de mi mente después de perderle el rastro en aquella ocasión. Volví a mis amigos, conocí gente y paseé solo o acompañado por las calles. No es que la olvidara. Su presencia, más bien, parecía haberse fundido con el resto de las personas que habitan la ciudad.
Una mañana, tiempo después, desperté con la certeza de que la señora se estaba muriendo. Era domingo, y después del almuerzo salí a caminar bajo los árboles de mi barrio. En un balcón una anciana tomaba el sol con sus rodillas cubiertas por un chal peludo. Una muchacha, en un prado, pintaba de rojo los muebles del jardín, alistándolos para el verano. Había poca gente, y los objetos y los ruidos se dibujaban con precisión en el aire nítido. Pero en alguna parte de la misma ciudad por la que yo caminaba, la señora iba a morir.
Regresé a casa y me instalé en mi cuarto a esperar.
Desde mi ventana vi cimbrarse en la brisa los alambres del alumbrado. La tarde fue madurando lentamente más allá de los techos, y más allá del cerro, la luz fue gastándose más y más. Los alambres seguían vibrando, respirando. En el jardín alguien regaba el pasto con una manguera. Los pájaros se aprontaban para la noche, colmando de ruido y movimiento las copas de todos los árboles que veía desde mi ventana. Rió un niño en el jardín vecino. Un perro ladró.
Instantáneamente después, cesaron todos los ruidos al mismo tiempo y se abrió un pozo de silencio en la tarde apacible. Los alambres no vibraban ya. En un barrio desconocido, la señora había muerto. Cierta casa entornaría su puerta esa noche, y arderían cirios en una habitación llena de voces quedas y de consuelos. La tarde se deslizó hacia un final imperceptible, apagándose todos mis pensamientos acerca de la señora. Después me debo de haber dormido, porque no recuerdo más de esa tarde.
Al día siguiente vi en el diario que los deudos de doña Ester de Arancibia anunciaban su muerte, dando la hora de los funerales. ¿Podría ser?... Sí. Sin duda era ella.
Asistí al cementerio, siguiendo el cortejo lentamente por las avenidas largas, entre personas silenciosas que conocían los rasgos y la voz de la mujer por quien sentían dolor. Después caminé un rato bajo los árboles oscuros, porque esa tarde asoleada me trajo una tranquilidad especial.
Ahora pienso en la señora sólo muy de tarde en tarde.
A veces me asalta la idea, en una esquina por ejemplo, que la escena presente no es más que reproducción de otra, vivida anteriormente. En esas ocasiones se me ocurre que voy a ver pasar a la señora, cejijunta y de impermeable verde. Pero me da un poco de risa, porque yo mismo vi depositar su ataúd en el nicho, en una pared con centenares de nichos todos iguales.
FIN


martes, 15 de octubre de 2013

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS 901-902 JT

REVISA EL SIGUIENTE ENLACE, OBSERVA EL DOCUMENTAL Y RESPONDE LAS PREGUNTAS:


https://www.youtube.com/watch?v=zigHDdIosM8

1. ¿Cuál es la tesis central que sostiene en texto?
2. Menciona 5 ideas que sostienen esa tesis
3. ¿Cuáles son los imaginarios colectivos que se han construido alrededor del dinero?
4. Realiza un esquema resumen de los aspectos centrales que aborda el texto
5. ¿Cuáles son las consecuencias de lo que se trata en el documental en las sociedad colombiana?
6. ¿Cuáles conclusiones puedes sacar luego de observar el documental?

LEE LOS SIGUIENTES TEXTOS 

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/fuentes/la_muneca_reina.htm


http://es.scribd.com/doc/96831983/Cabrera-Infante-5-Cuentos-Cortos

Y REALIZA UNA COMPARACIÓN TENIENDO EN CUENTA LOS SIGUIENTES ASPECTOS:

1. Visión de la vida
2. Visión del hombre latinoamericano
3. Temas que aborda el texto y su relación con la identidad latinoamericana
4. Características del texto (narrador, espacios, tiempo, punto de vista)
5. Características del Boom Latinoamericano que se evidencian en el texto.

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS 802-803 JT

LEE LOS SIGUIENTES TEXTOS Y RESPONDE LAS PREGUNTAS DEL FINAL:


Nalgas

Nalgas de par en par
o pergaminos
para leer antiguos
reclinados
como en las neronianas bacanales.
Burbujas que el amor
Infla
en sus ratos más ociosos y gratos.
Cojinetes
de mejillas
y abiertas para el ósculo
del labio y de la lengua enardecida.

J. Mario Arbelaez


La calle
Esta calle mi calle
se parece a todas las calles del mundo
uno no se explica por qué
suceden tantas cosas en un minuto
en una hora en doce horas
desde que el sol preña la tierra
Tiene puertas como bocas sin dientes
Las mujeres se asoman a las ventanas
y miran tan lejanamente...
Sobre un alambre en el que los días
hacen equilibrio cuelgan a secar
medias camisas y pantalones rotos
Tres mujeres con cara de pocos amigos
esperan el bus. son modistillas
que van a los talleres de la ciudad
a coser su miseria con una aguja de oro
La beata de enfrente
acaricia con uvas a un gato lustroso
y le dice "my darling"
mientras un estudiante regresa
a su cuarto de hotel
donde la cama en actitud de mujer pariendo
espera su saco de huesos
y colgado en la pared con una cinta
el retrato de la novia
que se ahorcó en sus trenzas
y ya tiene dos hijos parecidos
a su marido el boticario
Al final de la calle está la casa
del farolito rojo
a donde van prostitutas niñas
con pelo color de miel
y senos como dos monedas de centavo frías
Esta calle mi calle
se parece a todas las calles del mundo
se ven éstas cosas y otras cosas...

Mario Rivero


CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar...

Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría...
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar...

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en Abril el campo, que tiembla de pasión;

bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de obscuro pedernal;

la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
-¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!-

que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír...

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer;
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar:

el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar.

Mas hay también ¡oh Tierra! un día... un día... un día
en que levamos anclas para jamás volver;

un día en que discurren vientos ineluctables...
¡Un día en que ya nadie nos puede retener!

Porfirio Barba Jacob



ESTABLECE UN PARALELO ENTRE LA POESÍA DE ESTOS 3 POETAS A PARTIR DE LO SIGUIENTE:

1. Características formales del poema
2. Movimiento literario al que pertenece el autor y características del movimiento evidenciadas en el texto
3. Temas que aborda el texto
4. Relación del título con el contenido
5. Intención de autor
6. Imágenes poéticas


REVISA EN EL BLOG LA PUBLICACIÓN DENOMINADA "EXPRESIÓN POÉTICA", ESCOGE UN POEMA Y ANALÍZALO TENIENDO EN CUENTA:

1. Tema que aborda
2. Características formales
3. Posible intención del autor
4. Movimiento literario al que puede pertenecer y características presentes en el texto.

NOTA: Este ejercicio debe registrarse como comentario en el lugar donde se encuentra el poema.


BUSCA EN YOUTUBE UN RECITAL POÉTICO, COPIA EL ENLACE EN ESTE LUGAR Y REALIZA UN ANÁLISIS DEL MISMO, TENIENDO EN CUENTA LOS ASPECTOS TRABAJADOS EN LA CLASE.








miércoles, 9 de octubre de 2013

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS 702

OBSERVA Y LEE LA SIGUIENTE HISTORIETA Y RESPONDE LAS PREGUNTAS DEL FINAL:




1. De acuerdo con el texto, ¿Qué características tienen los personajes en cuanto a su personalidad?

2. Según la historieta ¿Qué significado tiene el dinero para Mafalda y para Manolito?

3. ¿Qué título le pondrías a esta historieta? ¿Por qué?

4. ¿Qué reflexión puedes sacar de esta historieta?

5. ¿Cuál es la intención de este texto?


REVISA EL SIGUIENTE ENLACE:

http://www.educacontic.es/blog/crea-mapas-conceptuales-online-con-coggle
http://www.educacontic.es/blog/crea-mapas-conceptuales-online-con-coggle

DESPUÉS DE LEER LA INFORMACIÓN ACERCA DE CÓMO REALIZAR UN MAPA CONCEPTUAL, INGRESA AL SIGUIENTE LINK Y REALIZA UN MAPA CONCEPTUAL ACERCA DEL TEMA DE "LAS FIGURAS LITERARIAS"

https://coggle.it/


LUEGO, PUBLICA EL ENLACE DONDE PODEMOS OBSERVAR TU MAPA CONCEPTUAL.



OBSERVA EL SIGUIENTE TEXTO DRAMÁTICO Y RESPONDE LAS PREGUNTAS QUE APARECEN AL FINAL:

https://www.youtube.com/watch?v=VoN6LnHXpCM



1. ¿Cuál es el tema del texto?
2. ¿Qué características presenta el texto dramático?
3. ¿Cuáles personajes participan? ¿Cuáles características tienen los personajes?
4. Resume el texto dramático en 2 renglones

5. ¿Qué reflexión puedes sacar del texto?









ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS 602JT

LEE EL SIGUIENTE FRAGMENTO Y RESPONDE LAS PREGUNTAS DEL FINAL:

SIEMPRE HABRÁ UN LUGAR PARA SOÑAR (LUIS ANGUITA)-FRAGMENTO
"Lo que más temía es que el tiempo, que todo lo puede, le hiciera olvidar su rostro y que si un día se cruzase en la calle con ella, ya no la reconociese. Además pensaba que podría haberla hecho feliz. Sería un pensamiento infantil, carente de sentido, pero formaba parte de él y estaba seguro de que así habría sido. Si hubiera aprovechado su oportunidad, en vez de esperar sin hacer nada, hasta que ella un día, sin saber por qué, desapareció.
Las horas fueron pasando, mientras la tristeza le invadía cada vez más. Quería gritarle al mar que se veía infinito. ¿Por qué se fue?, las palabras no le salían. Era un hombre derrotado, que ya ni era capaz de hablar en soledad. Lo había perdido todo. Estaba cansado de sufrir. Debería de levantarse, dar media vuelta y no volver a mirar atrás... «Lo haré», se dijo a sí mismo, pero no pudo porque escuchó un murmullo que hizo que se le helase el cuerpo, no podía ser cierto lo que había creído oír.
—No pierdas la esperanza.
Fue como un susurro apagado, no sabía de dónde provenía pero estaba seguro de que lo había escuchado. No era producto de su imaginación. Parecía que salía del mar, pero allí no había nadie, a unos cuantos metros de él se encontraban unos chavales jugando cerca de la orilla. Quizás fueran ellos o quizás escuchó otra cosa y su mente quiso entender esa frase. Debía acabar con todo aquello, ella nunca más aparecería, de qué le valía amar, si sólo le había hecho sufrir. Volvió a pensar en marcharse, ya estaba cansado de esperar.
No volvería a la playa. Seguiría con su vida rutinaria, quedarse contemplando el mar era mantener vivo un recuerdo imposible.
Se dio la orden de levantarse, pero después de escuchar aquellas palabras, fue incapaz. Su mente le decía que se fuera, pero su corazón y su espíritu se negaban a obedecerle. Siguió sentado mirando el horizonte con la mirada perdida..."
1. ¿Cuál es el tema central que se trata en el texto?
2. ¿Cuáles valores se rescatan en el texto?
3. ¿A cuál de los tipos de novela vistos en clase pertenece este fragmento? ¿Por qué?
4. ¿Cuál problema plantea el texto y cómo se resuelve?
5. Escoge un lugar que aparezca en el texto y descríbelo.

OBSERVA EL SIGUIENTE ENLACE Y RESPONDE LAS PREGUNTAS QUE APARECEN AL FINAL:

1. ¿Cuál es el tema del texto?
2. ¿Qué características presenta el texto dramático?
3. ¿Cuáles personajes participan? ¿Cuáles características tienen los personajes?
4. Resume el texto dramático en 2 renglones
5. ¿Qué reflexión puedes sacar del texto?